martes, 22 de marzo de 2011

Tizne.

(Dedicado a Mademoiselle Culiperina en virtud de la incalculable estima que le tengo y en agradecimiento a su valiosa motivación)

En la modernidad, es de uso corriente el caminar: pues en un contexto dentro del cual gracias a las maravillas del transporte cerca y lejos ya no son aseveraciones respecto de distancias, sino que en cambio se han transformado en una aproximación sobre una cantidad de tiempo. Por otro lado, todo el mundo que ha nacido dentro de la modernidad y también aquellos cuya existencia se ha prolongado hasta llegar a la misma sabe que el tiempo es un recurso escaso, grotescamente limitado, y cuyo derroche es a todas luces irreversible, por lo cual el tiempo que no se emplea es tiempo que irremediablemente se pierde, pero a diferencia de otros recursos más mundanos y medibles, no puede ser recuperado en subastas, no se ofrece en medida generosa al abrir una canilla ni es susceptible a ser comprado en farmacias ni en supermercados chinos; de hecho,si alguien pudiera regresar el tiempo para envasarlo y colocarlo en una batea y además tener las piernas suficientes para correr lo suficientemente rápido como para patentar el procedimiento, sin dudas estaríamos ante el nacimiento de un imperio comercial.
No obstante...
En la modernidad, es de uso corriente el caminar: pues en un contexto dentro del cual gracias a las maravillas del transporte, cerca y lejos ya no son aseveraciones respecto de distancias, sino que en cambio se han transformado en una aproximación sobre una cantidad de tiempo. Y es que, de hecho, algunas cuantas veces no alcanza el tiempo, y sin embargo, otras tantas veces, todo lo que es tiempo parece ser que sobra . Sobre la base de esta asimetría, a caballo entre la prisa y la calma es que la mente humana pende en (y pierde a veces el) estado de frágil equilibrio.
¿Cómo contrastar entonces...
Los despertares vertiginosos de una mañana teñida en cafeína, correr eyectado por el reloj detrás de los trenes, y luego de los autobuses, para verse obligado, en el afán de robar segundos a tragar más de lo que se puede masticar, teclear más rápido de lo que se piensa y, en definitiva, perderse engullido en la gris marea de la multitud, ese ser que se arrastra sobre sí, que murmura, avanza, retrocede, se disuelve y se reagrupa, que muere y se regenera, día tras día, siempre fluctuante, y sin embargo, hecho de sí mismo un solo espíritu tieso... con otras mañanas muy distintas.
Con esos despertares estériles, no menos pesados, despertares comatosos cuyos cauces desembocan en dos limbos, el limbo de la mente que reposa inerte, en blanco, y el limbo del cuerpo que decae y envejece completamente entumecido, despertares de esos las cuales las 8 y las 12 están separadas apenas apenas por quince minutos...
E incluso despertares de sueños profundos, de esos que apabullan a la realidad, sueños a los que es siempre preferible volver y alquilarse una casita.
En la modernidad, es de uso corriente el caminar: pues en un contexto dentro del cual gracias a las maravillas del transporte, cerca y lejos ya no son aseveraciones respecto de distancias, sino que en cambio se han transformado en una aproximación sobre una cantidad de tiempo. Es así que en la tan querida modernidad las pobres distancias no tienen a quien pedir amparo: se cuenta que hubo un tiempo en que los pastizales solían tragarse los caminos, como se cura una cicatriz, un tiempo en el cual de noche callaban las luces para desnudar el espinazo de la noche, un tiempo con otras mareas, menos grises, y con limbos más suaves, que quizás herían, pero sin mutilar. Fue la idea de llegar primero o la de llegar antes la que fue volcando la balanza a favor del tiempo y en desmedro del espacio, pobre espacio, que quedó degrdado apenas a ser una película repetida y con texturas visible casi exclusivamente a través de las ventanillas. No, no fue culpa de nadie, hacerlo así era preciso y todo mundo aplaudió, conectar se hizo deseo, el deseo se hizo real, y simplemente a nadie pareció incomodar. En un abrir y cerrar los ojos, lo mágico de otros lugares podía quedar impregnado en nuestra piel, así de simple, pegado, como la arena.
Pero en un momento fue incómodo sentir arena dentro del zapato, y así el mundo quedó enfrascado, la arena de esa magia capturada dentro de una ampolleta no era ya otra cosa mas que un ordinario reloj.
Pobres distancias, eviscerado de su seno el par de cerca y lejos, quizás por ahora, quizás para siempre...
"Vive de acá a 13 cuadras, son 15 minutos" el discurso del autómata que es sólo reflejo, sólo ponderación.
Pobre espacio ya vacío y plano, se han olvidado de ti. Y pensar que alguna vez el mundo asomó la cabeza para entrar en conciencia de lo infinito de tus paisajes, de lo profundo de tus perfumes, de lo armonioso de tus melodías, y hoy yaces allí cubierto del tizne cruel de la indiferencia, que todo lo roe, que todo lo mata.
En la modernidad, es de uso corriente el caminar; ya no como distancia ni como tiempo alguno, sino como algo más.
Algo más que si no puede estar por encima siempre estará por debajo, y que si no tolera estar un escalón mas abajo romperá los velos de su inferioridad para situarse encima: encima de todo tiempo, encima de todo espacio.
En la modernidad es de uso corriente el caminar, pues es quizás la manera más sencilla de dar con uno mismo al cabo de unos pasos, basta apenas con deslizar unas pisadas sobre el cemento, la tierra o la hierba para levantar las volutas de los recuerdos, para remover un poco ese tizne pegado en los átomos de la existencia. Apenas un vistazo en el camino y nos convertimos en parte de él, cada textura invade el tacto, el viento hace castañear las hojas del otoño; en esa misma calle, de la que uno es protagonista, invaden de pronto otras escenografías de la memoria, fuegos artificiales de las navidades, conversaciones en las esquinas, las formas curiosas de las nubes, música escapando por una ventana, quizás los charcos que alguna lluvia dibujó, el resplandor vago de un farol con la neblina abigarrada sobre él, el crujido de la escarcha...
En la modernidad es de uso corriente el caminar... es de uso corriente volver al origen, para lustrar un poco lo gastado del mundo, para vengarse de la movilidad inerte. Para ser uno de vuelta... con uno mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario